Historia del municipio.
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En sus alrededores son bien frecuentes los testimonios de la cultura eneolítica (Villa Filomena),
ibérica y de la dominación romana. La larga ocupación musulmana de la Plana de Burriana dejó
una rica herencia de topónimos que todavía permanecen vivos además de pequeños núcleos
rurales o alquerías esparcidos por la huerta.
Fue fundada el 20 de febrero de 1274 (737 años) por el rey Jaime I de Aragón (de ahí su nombre),
para afianzar la reconquista de la zona, y situada estratégicamente sobre la antigua Vía Augusta
romana a 65 km de Valencia, y en las cercanías de Burriana, hasta ese momento villa en manos de
los musulmanes y en cuyo término municipal fue fundada Villarreal. Fue villa real desde su
fundación, con representación en las Cortes y Diputación del Reino y tuvo el privilegio de usar
como insignia propia el pendón real cuatribarrado. Formó parte del brazo real en las Cortes
Valencianas y participó muy activamente en las mismas.
En su fundación, la ciudad tenía forma de planta hipodámica: un rectángulo amurallado cruzado por
dos calles principales (cardo y decumano) que en su intersección central determinan una Plaza
Mayor porticada, la Plaza de la villa.
La villa original, rodeada de murallas, se expandió extramuros a partir del siglo XIV debido al
aumento de población, en los llamados arrabales de Castellón y de Valencia, llamados
posteriormente de San Pascual y del Carmen, por estar el antiguo convento carmelita y el santuario-
monasterio donde reposan los restos del santo patrón.
Los desequilibrios demográficos y económicos que caracterizan el siglo XV se tradujeron, a inicios
del XVI, en constantes conflictos con los mudéjares de los señoríos vecinos y en una participación
corta, pero muy activa, a favor de las Germanías.
En el siglo XVI muere en el convento del Rosario el fraile alcantarino Pascual Baylón, cuyo
sepulcro en la ciudad será un foco de fuerte influencia religiosa al construirse su capilla con la
protección de Carlos II de España. Entre 1566 y 1675 se amplió la huerta tradicional regada por la
Sequía Major, Sequiola, Sobrirana (de arriba) y Jussana (de abajo) y se roturó la mayor parte del
secano (Madrigal, Pinella y Pla Redó).
En 1706, durante la Guerra de Sucesión, ante la resistencia ofrecida por algunos vecinos de la villa,
partidarios del archiduque Carlos de Austria, las tropas borbónicas del conde de las Torres de
Alcorrin que desde San Mateo intentaban llegar hasta Valencia, ocupada por las tropas de Basset,
asaltan sus murallas y se produce un combate con más de quinientos muertos entre ambos
bandos, a la vez que el incendio de algunos edificios.
El ascenso de la dinastía borbónica favoreció la vida económica de la villa, haciendo que a lo largo
del siglo su población se cuadruplicara y que en la segunda mitad del XVIII viera nacer las primeras
industrias de transformación textil, al tiempo que la población se involucra en los distintos conflictos
y revueltas que sacuden a España, sufriendo sucesivos ataques e incendios durante las guerras
carlistas.
En la segunda mitad del siglo XIX, gracias a personalidades como el político José Polo de Bernabé,
se introduce el cultivo comercial de la naranja, que le da un gran impulso económico a la ciudad,
tanto de la mano de hombres de negocios como por parte de distintas cooperativas, al tiempo que
se excavan pozos para el riego y se ponen en activo grandes extensiones de tierras de secano.
Ya en el siglo XX, tras la Guerra Civil Española, los beneficios obtenidos en este comercio
facilitaron a algunos empresarios la instalación de fabricas de baldosas cerámicas, con el fin de
diversificar el entramado productivo. Este tipo de industria ha seguido en expansión hasta nuestros
días, siendo la principal fuente de ingresos de la economía local.
En 1985 se segregó del municipio la localidad de Alquerías del Niño Perdido.